EL REFUGIO DE LOS COBARDES NO ES LA TERAPIA, por Belén Bernad Marzola

Comparte:

El miedo, la indomable bestia, esa horrible sensación que nos recorre el cuerpo como un calambre, nos impide mantener la calma, congelando nuestros pensamientos, arrincona nuestra voluntad, nos impide hacer cualquier cosa que no sea evitarlo… 

pero, evitarlo es retroceder, dar un paso atrás buscando seguridad, y cada paso que damos hacia atrás, el miedo lo da hacia adelante. Cada vez que lo evitamos, la bestia gana terreno, aumenta su tamaño, hasta convertirnos en su presa, somos presa del propio miedo. Da igual si nos enfrentamos a un león o a un saltamontes, la persona que siente miedo no tarda en correr, porque el miedo… avanza.

           

Dejar de evitarlo, tratando de resolverlo en terapia, ya es dar un paso hacia adelante, en dirección a vencerlo, y los pequeños pasos pero adecuados, consiguen escalar montañas.

           

Nadie desea sentir la dentellada del miedo, pero debemos agradecerle mucho a este conocido e implacable compañero, sin él estaríamos en desventaja, ya que nuestra especie es innatamente curiosa. Esta sana curiosidad nos permite evolucionar, pero muchas veces caminamos hacia lo desconocido con ingenuidad, descubrimos el mundo, y el mundo está lleno de sorpresas que no siempre son agradables.

 

Cuantos de nuestra especie, tocaron lo que pinchaba, cortaba, quemaba, electrocutaba, y si había alguien más allí que lo veía y lo contaba, nuestra especie se nutría de este conocimiento, se preparaba y adaptaba. Eso me recuerda que les debemos mucho a morbosos y chafarderos.

 

Cuantos comieron o bebieron lo que no debían, enfermaron, incluso murieron. Cuantos entendieron tarde la diferencia entre ser cazador y ser presa, frente a una fiera, aprendiendo a correr detrás de una oveja, y delante de un lobo. Este es el mayor descubrimiento del hombre, nuestro lugar en la cadena alimenticia, “se come, te come…“ sin este aprendizaje, sin el miedo, no quedaríamos ni uno vivo, ya que no contamos con afiladas garras, grandes colmillos, velocidad y agilidad superior a otros, pero contamos con dos poderosas herramientas, la curiosidad y el miedo, que ponen a trabajar nuestros cinco sentidos, clasificando y comparando en nuestro cerebro, con tanta rapidez, que aún no lo hemos decidido y ya estamos corriendo.

 

Vemos un oso, corremos, vemos un tigre, corremos, vemos un tiburón, nadamos, pero vemos un saltamontes y gritamos, saltamos, corremos y si hace falta hasta nadamos… algo falla. El miedo no es razonable, se activa y te hace huir.

 

La manera de desactivarlo, es poner en marcha justo nuestra otra poderosa e indispensable herramienta, la curiosidad, ponla a trabajar, conoce mejor a tu enemigo, y sabrás mucho más como vencer tu miedo. Conoce cuando aparece, como aparece, con que intensidad aparece… cuanto más sepas de tu miedo, más te acerques a la línea roja de la huida, más grande te haces tú y más pequeño se hace él, alejándose esa línea, un poco cada vez.

 

El miedo que evitas, te busca, no quieres pensar y lo intentas distraer, te encuentra, porque para no pensarlo, tienes que pensarlo. Más intentas escapar a mirar en el abismo del miedo, más aparece tu abismo cuando no puedes hacer nada, por ejemplo cuando estás conduciendo. Correr delante del miedo, es sentir su aliento, convertirte en su alimento.

 

Solo conociendo a tu enemigo, sus particularidades, sus defensas, sus puntos débiles, le puedes vencer, y sólo superando el miedo que tenemos dentro, podemos crecer para vencer al que amenaza fuera. Tú ganas venciendo a la bestia, tu propio miedo, si superas el miedo a algo, lo puedes vencer.

 

Para finalizar recuerda, cuando entres en la pesadilla del miedo… despierta tu curiosidad.

 

 

BELÉN BERNAD MARZOLA

Licenciada en Psicología por la Universidad de Valencia

Máster en Terapia Breve Estratégica

http://www.belenbernad.com